-TORMENTA URBANA EN ESTÍO-
El olor a tierra mojada
endulza el aire contaminado.
Se embravece el cielo:
barrigas preñadas de nubarrones
protestan, emancipándose a la calma.
El flash de un relámpago
inmoviliza fachadas y tejados,
reverbera el asfalto en las pupilas,
hace quicio a una ensoñación
parpadeando al fondo de la calle
como neón miope desnortado.
Blasfema el trueno, empequeñeciéndonos,
todos los demonios encadenados,
todas las injurias de piel celeste,
podridas, llueven fecal barro.
El lienzo del Apocalipsis
desdice nuestro confiado bullir,
nuestros dioses de estampas trémulas,
mudas, sometidas al firmamento.
Pausadamente, la lluvia pule cicatrices,
eructa el trueno triunfal
en una aduana indefinida.
Mi risa la presiento tan torrencial
en el endomingado charol de las aceras
que me apaña una dicha inusitada,
reflotándome al filo de una cloaca.
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