(Soneto)
Admiro en la mujer, criatura excelsa
a quien me diera el ser, madre amorosa
aquella que entregó su vida hermosa
para amarme con suma complacencia.
Admiro en la mujer su valentía
para afrontar las luchas y los retos
que enmarcan siempre su día tras día
en los quehaceres de un mundo dantesco.
Admiro en la mujer la fuerza ciega
que le caracteriza en su vigor
cuando se justifica alguna entrega.
Dios bendiga a ese ser emprendedor
que con su ejemplo redime la tierra,
sembrando frutos de paz y de amor.