Al pie de la ventana
pasaba aquellas tardes
cuando el sol decaía
con rayos de oro y grana.
Y eran en ese instante
dos luceros titilantes
que miraban en otra ventana
a dos soles rutilantes.
La niña, trémula, ansiosa
esperaba enamorada
que llegase cada tarde
aquel que tanto la miraba.
Y de ventana a ventana
ellos solo se miraban,
nunca se dijeron nada
Pero amaban.
Solo mensajes mandaban
con la amiga más cercana,
convertida en confidente
de los dos que así se amaban.
Cuando ella enfermó,
esos soles se eclipsaron,
ya no encendían las tardes
que pálidas se morían.
Y cuando al fin regresó
lloraron rayos de oro
en un amanecer brillante
que se volvió claro día.
Una tarde, aquella niña
esperaba en su ventana,
pero él nunca apareció,
Vio nacer melancolías.
Ella tan solo de catorce
Pero intensamente amaba.
Esos soles la quemaban
Porque con pasión miraban.
Ella no sabía nada…
solo amaba