Una gallina rabiaba
porque el granjero
un día almorzaba
con sus huevos.
Yo los puse con esmero
triste se decía
porque pretendía
tener mis polluelos;
pero este pilluelo
con aires de exquisito
sació su apetito
¡ay que desconsuelo!
Y el gallo sereno
dijo a la gallina
¿porqué recriminas
así tan severo?,
agradece que los huevos
sean comestibles,
si no de modo horrible
nos cortarían el pescuezo
y seriamos un almuerzo
más apetecible.
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A veces cacareamos
más de la cuenta,
por qué ignoramos
otras consecuencias.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
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Maracaibo, Venezuela