Tanta necesidad tengo
de contarte
lo que mi sangrada
alma siente.
No tengo la menor intención
siquiera te pongas triste.
No...es suficiente
con la mía.
No la compartas.
No me tengas lástima,
ni un poco de piedad.
Aunque... me haces sentir
toda esta angustia
y esta soledad
que lastima mi alma.
Sin darnos cuenta,
asesinamos sentimientos,
los matamos, sí,
sin darnos cuenta.
No es por maldad.
Es muy posible que sea
por ignorancia.
Me haces sentir
un ser desprotegido.
Un pobre hombre
que camina sin rumbo,
sin saber dónde anclar.
No te culpo.
Solamente estoy pregonándolo,
suavemente, sin rencores.
Cuando uno vive así,
sin tener en quién aferrarse,
es tan honda y profunda
la soledad que se siente...
que no sé qué es
lo que hacer podría.
Acercar mi alma y corazón
a Dios, sería...tal vez,
mi solución
a esta desesperante
angustia y soledad.
Me haces sentir
como si fuese un
niño abandonado
en el desierto,
en un bosque,
tirado en la calle,
casi completamente desnudo,
porque mi cuerpo
abrigo no tiene.
Me siento desprotegido,
sintiendo en mi cuerpo
el frío del intenso viento.
¡Cómo quisiera volver
a tenerte en mi vida!...
Me haces sentir todo esto.
El reverso de todo
lo que antes sentí.
Y así continúo mi vida...
Mirando hacia allá arriba,
donde el celeste cielo
me ilumina con los rayos del sol.
Donde la noche
que contemplábamos,
está sobre mí,
y yo, lentamente,
alzo mi cabeza,
y contemplo este hermoso cielo
cargado de luminosas estrellas.
Me haces sentir, el presente.
Recordar el pasado.
Ese pasado no he
de volver a tenerlo.
Mi presente, ante tu ausencia
es sentir frío como un niño abandonado,
es...contemplar el cielo
con su sol y sus estrellas.
No he de derramar una
sola lágrima, ya no las tengo.
Tanto he sufrido,
tanto he llorado...
Seguiré viviendo...
No he de buscar un trágico final...
Derechos reservados de autor (Hugo Emilio Ocanto - 12/04/2014)