Damocles, éstate quieto te ruego.
Ahora subiré por esta escalera,
que casi bordea el cielo,
para quitarte el eterno pesar
que oprime tus sentidos
y hace ahogar tus esperanzas.
A partir de entonces
ya no dependerás de nadie
que ni conoces ni te conoce.
Tampoco de ideas erróneas
sepultando tus ganas de estar vivo.
Ya no dependerás de cifras
ni de políticas tomadas a puerta cerrada.
Dirás adiós a la velada
pero constante ansiedad
de sentir que tu mundo
está hecho de la materia de los sueños.
Ya está.
Corre, Damocles.
Corre lejos de aquí.
Veo la espada en la tierra.
Y no creo sea casualidad
al mismo tiempo
polvo se haya levantado en el horizonte.
Huye, amigo.
Llegarán pronto
para volver a ponerla en el sitio
donde nunca tuvo que estar.
Suerte.
Tú aún estás a tiempo.