Antes de que el fulgor de la mañana
vierta su luz por la ventana;
ya el panadero se levanta,
para comenzar de nuevo la jornada.
Sabe que entre sus manos,
está la magia del sabor;
cernir y cernir hasta que la masa
adquiere su mejor color.
Vive contento por su gran labor,
al sacar del horno la pera y el roscón;
y transformando aquellos bultos de harina,
logra alcanzar la meta de producción.
¡Todos a la tienda!... Que ya hay pan
para compartir en la mesa;
y la tentación al paladar no da espera,
cuando el apetito se manifiesta.
José Alberto Laiton C.
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