Secretaria
Estás frente a mí todo el tiempo,
secretaria... compañera...
de tu escritorio, por debajo,
tus piernas juegan a marearme...
y yo tengo que esforzarme
para concentrarme en el trabajo.
Eres confiable, accesible y reservada,
eficiente y permanentemente
a mi servicio entregada;
te miro (cuando no me miras)
y veo en ti, más que un ángel.
Yo pretendo hacerme el serio,
pero tu humildad me seduce,
tu suavidad doblega
y, poco a poco, me llevas
a un agradable trato
de ternura sutil...
Y sé muy bien...
lo que pasará al fin.
Cuando nuestras manos
se rozan “accidentalmente”
o nuestras miradas se chocan
o un rictus cómplice
me hace tu boca,
el fuego de nuestros pensamientos
nos sonroja, y hasta nos delatan,
del sudor, algunas gotas...
Tú sabes que soy casado
(pues somos algo confidentes),
jugamos a ser amigos
y hasta nos hacemos regalitos...
hoy trajiste una blusa transparente
y es de encaje tu corpiño...
El rulo que se cae por tu frente
traspasa la última barrera
de mi pobre, endeble voluntad...
y te invito a almorzar.
Dices que sí...
y los dos sabemos
lo que pasará al final.