En el pueblo de suriana
un lugar casi olvidado,
vivía una reina mora
ajena de cualquier daño.
Corría por la montaña
a lomos de su caballo,
y vio cómo se acercaban
unos demonios armados.
Ella miraba tranquila
a los infieles cristianos,
sabía que era difícil
llegar hasta lo más alto.
Se sentía protegida
por un gran acantilado.
-no conseguirán subir-
-morirán por tal descaro-.
Pero un judío traidor
acompaño a los villanos
Hasta lo alto de la cima,
el vil traidor del lacayo.
Y así entraron de estampida
al pueblo aquellos paganos,
el exceso de confianza
la reina lo pagó caro.
Al verse sola y vencida,
cogió su caballo blanco
y se alejo de la villa,
gritando y llena de espanto.
Fue tanta su mala suerte,
que aquel que estuvo a su lado
ahora frenaba su huida,
que destino más ingrato.
vendó los ojos al potro
y le comentó llorando,
-¡Antes que esclava, la muerte!-
-que nos acoja ahí abajo-
No lo dudo ni un momento
y espoleó a su vasallo,
lanzándose al precipicio
de un impresionante salto.