Ya había consumido casi toda su ideología. No hay tanta diferencia entre continente o contenedor. Tan falto de antídoto para la existencia de un único sentido como su propio rostro sin cara. La contradicción también aprovecha y empuja los fragmentos cuando el profesor se encuentra de espaldas.
Podía intuirlo. El extraño podía sentir como esa extrañeza se escapaba a través de su mascara sin rendijas. La materia había decidido seguir convirtiéndose en polvo. Tal vez había nacido demasiado tarde o se había transformado en mayor demasiado pronto.
Apenas un espejismo fuera del contenedor, hace tiempo que las pesadillas son sólo un trampolín hacia el deseo cortado por donde más duele. Todo cambió desde que la Luna empezó a dormir en su nuca y los engranajes olvidaron los jueves.
Ya no le queda más que escribir mensajes en alguna botella vacía y sentarse a esperar mientras se alejan en su torrente sanguíneo. La nada y las palabras comparten la misma jerga. Sólo entonces, los ídolos se atreven a cabalgar cuando las mentiras acechan despiertas.