Soledad,
compañera,
oscura quimera,
cuidadora de hielo,
donde la gente no habita.
Hambre,
al crecer,
impredecible,
doloroso y traicionero…,
mustio acordeón borracho,
empapado,
lúgubre y barriobajero
que pide y pide.
Soledad,
música quejosa
de la flama,
de la herida,
del tempo
de lo perpetuo.
Soledad,
ahogada en la penumbra nocturna,
arrugada en ceño fruncido,
enquistada.
Soledad
de luna reflejada,
esperando de mí…
un salto a la Nada.
Soledad,
de mi mismo
me sigues acompañada,
otro año más,
refrescando mis rimas olvidadas.
Y sólo la música del arpa que me atrapa,
y solo la paz de mi propio encuentro me sosiega,
y sólo, si el amor se arraiga,
daré al traste con tantos sueños
de esta luz…
que se me apaga.