Hoy ¡dios! en Chile la tierra se ha incendiado,
pareciera que estuviera en son de guerra,
¡qué triste y tan violentada está la tierra!
¿por qué, señor, con nosotros te has cegado?
¡Por qué, pudiendo tu, el agua no has usado
y saciar así la sed de nuestra gente?
Impasible, quieto, sentado, sonriente
y observando las desgracias te has quedado.
¡Malditas piras de llamas anegadas!
casas que a escombros derruidas has dejado,
de tanta desgracia el cielo se ha nublado
las caras viendo de tus súbditos ajadas.
Hoy junto a tí, Valparaiso, yo he llorado
y por sus almas un requiem he rezado.