ULISES CAPELO

EL PRINCIPIO DEL FINAL

Era un soleado día de abril
que su alegría desbordaba
porque ella en su vida daba
un paso más a mujer.
 
Contaban ya quince rosas,
todas rojas, muy hermosas
que adornaban muchas cosas
que quiso siempre realizar.
 
Su dicha era compartida
con otras dulces sonrisas
rasgadas de ingenuidad
en la felicidad matinal.
 
Y el día en su lento pasar
poco a poco confesaba
pasiones de una muchacha,
de las que temía hablar.
 
Mas cuando la tarde caía
sobre la esfera sombría
del colorido floral.
 
Por el que la dulce muchacha
con su cabecita gacha
solía entre sueños pasear.
 
Hubo lo compañía urdida
de un jovencito malo
del que esperaba más.
 
Y entre tres besos de mentira
manchó su alma vencida
por un amor primaveral.
 
Ese fue el desolado día
en que creyendo en la vida
pensó vivir una realidad.
 
Sin darse cuenta lo que hacía
su alma tibia vivía
el principio del final.
 
Del cual no pudo escapar
porque su pecho fue tierno
para soportar una dura pena.
 
Aquel vestido de seda
que acompañaba su pena
era el que en silencio contaba
dos latidos de dolor.
 
Abandonados a espaldas
del cuarto que amaba
y que ahora le negaba
la clara luz del solar.
 
Cuanto más tiempo transcurría,
su vientrecito crecía,
sus ojos se le dormían
agobiados por la incomprensión.
 
Y un día gris de madrugada,
a los primeros golpes del alba
cegó su vida dolida,
junto a otra que nada sabía.
 
Movidas por la perversa mentira
cayeron al suelo verdes
dos hojitas que pendían
de un robusto ramal
que comenzaba a mostrar
su belleza y esplendor.
 
Cuantas más deberán caer
al cercano espacio del olvido
como tributo al disfrute
de sentimientos malignos.