La tristeza la empuja a la cornisa del llanto. No halla consuelo redentor. Los finales son quebrantos. No hay huellas, es su mustia alma la que se ha perdido. Sospecha que sabe yace serena bajo los lirios blancos que tanto protegió. Y la conoce. Intuye que renacerá, aliviada, en un tallo ramoso con flores grandes y de colores… Otro ciclo: viene y va…