Al llegar a la edad, cuando mis ojos no vivan,
cuando mi boca enmudezca y mis dedos no escriban.
Cuando mis manos estén rotas, y mis mejillas blancas,
te seguiré queriendo, queriéndote todos los días.
Allá echaré a andar, como cualquier poeta,
partiré rápido, partiré sin pena.
Porque te habré querido, como a la vida mía,
y echaré a perder, todas las risas frescas.
Cuando llegue la hora, cuando la muerte toque
como una loca vecina, el abedul de mi puerta.
Bermejas mis mejillas, estarán por tus ojos,
y ardiente mi boca, estará a tu esperá.
Me exiliaré a una isla, donde los pies no llegan,
y te me irás con las alas, que te pinté en los poemas.
Con ellas, con ellas llevaré el exilio sin dolor,
contigo, hasta el amor, mataría sin quejas.
Me exiliaré con las aves, que en el sur anidan,
y con tu ansia que todo dolor permea.
Contigo las golondrinas cantan,
y se disfrazan las flores, ya viejas.
Pero ¿Dónde estarás, querida, en mi exilio?
para ver si de tu amor, poco a poco me desligo.
Real pava, majestad de las praderas,
en ti las flores, siembran amoríos.
Por eso yo debo exiliarme contigo,
para adornarte con lirios blancos.
Cuando no te fijas, mi alma brama tu noche,
para quizá conseguir desde tus ojos negros
esa pizca de pasión, que te perfume la boca,
y así ésta noche, la sequemos a juego.
Nadie en ésta tierra se parece a ti;
tu sonrisa está atada a las injurias de la vida,
y aún así, inmadura es... tan pícaramente,
que se desligó toda, de los males de la risa.
Te regalaré desde mi isla, un terreno lleno de besos,
donde en ti las flores suelten sus cantos sombríos.
Me llevaré al exilio, mis poemas curiosos,
y si tú así lo quieres, te llevaré conmigo.
Yo voy a recorrer toda esa boca de cereza,
en las bermejas rosas, y el trigo.
Adónde sea iré... yo a exiliarme,
con amor, mis poemas, y también contigo.