Un nombre real
Me nombré de muchas formas con una voz desconocida.
Otros me llamaban por el nombre
que veían en el espejismo donde habitaba mi cuerpo.
En mi camino no había signos,
la pasión era la Estrella del Norte y mis nombres un sextante
Caminé en los tenis de la muerte por la orilla del vértigo.
El amor de Rosterra abandonó mi inercia de fuego.
Comí del sauce del horror hasta ahogarme en odio.
El corazón, desmembrado en once pedazos, innominables,
yacía en la ciudad de la venganza. Me abandonaron todas las voces.
En la asfixia grité mi nombre de niño,
vino la fe en el ataúd que enterré a mi padre,
me quitó los tenis, y me dio su propia muerte.
Desperté con la semilla de un corazón nuevo,
con el nombre real de Dios en la boca
que hasta hoy intento repetir...
Encontré el mío en una flor de mil promesas.
Besé a Dios como se bebe vida,
me puso otra libertad en el horizonte,
calcé sus sandalias y me hizo partir.
Voy en estas aguas por donde mi nombre fluye
hago huellas que reviso en su reflejo, sin mirar estrellas de azufradas.
Hago signos con el corazón nuevo,
soy astrónomo de las palabras
y sigo el camino a Rosterra,
para habitarla con la inercia de los cuatro elementos
conjurados en una palabra.