Todavía, tiro manotadas al vacío, para resguardar tu susurro,
fresca brisa del verano, de mi tarde solitaria,
bajo la sobra y al regazo del olmo,
y la triste agonía donde vierte el transcurrir… que yace en ti,
brotando el rictus de mortales dardos que me clavan tus ojos,
esos, deforman una deuda sin propósito… una causa sin morada.
… ¿Y qué será de ti amada mía? mugre y solitaria vas…
Boca turbia, austera mirada y andar mortuorio.
Te recuerdo convencida al poder de las creencias,
forajida en la caución de las instancias,
el moralismo con que sonreías entretenida,
y la ilusión como virtud…
quedaríamos transparentes al sereno.
Sonriendo ante la prole que alaba tu belleza de reojos,
sigue, sobreviviente y aguerrida, allá en tus arquetipos,
donde conocerte menos creo,
donde el mortal escupitajo cunde el cielo,
y una gravedad desorbitante me regala un baño estigio,
sin desplumar la fuerza impía y deliberada de este amor.
Y en esa nube desgarrada, ¿a que metal presidio dimos filo?
si el poco brío que tenía se acurrucaba en tus ausencias…
en tus necesidades, done las dudas una a una eran cubiertas,
y un atontado y tierno abrazo jugaba construir el porvenir.