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Entré a la tierra prometida,
llevando su mensaje de salvación y paz,
sabía de la brevedad de mi vida
y aún así, con fe en Él, supe andar.
Fui tentado con creces…
ante la duda y la maldad,
me mantuve firme todas las veces,
por su Amor y su Verdad.
Hube de lavar los pies de todos
y, maestro, “eso no debe ser” me decían,
pero yo vine a servirles y quitar el lodo,
porque era el Maestro de ellos, el Mesías.
En una cena, su mensaje revelé
y a un hijo de Él, supe mantener a mi lado,
porque desde siempre le perdoné,
sabiendo que por él, sería traicionado.
Me vendió por unas monedas de oro,
que nunca a él le fueron suficientes,
pues en un lenguaje cruel y sonoro,
sentenció ambas vidas ante los presentes.
Fui víctima de la burla ante un pueblo
y mi alma siempre en Él creyó,
me clavaron mil espinas, eso dijeron,
pero ninguna de Él, me separó.
…Y me caí muchas veces…
pero siempre me volví a levantar,
pude perder el aliento varias veces
pero nunca, lo dejé de intentar…
En los clavos viví la cruel injusticia
y a mi madre tristemente le vi sufrir;
siete palabras en medio de la desquicia
tan sólo pude decir antes de morir.
Pero, llegado el momento se hizo justicia,
el fin de mis días nunca llegó,
pues al tercer día se supo la gran noticia
que el profeta, el Hijo del Padre, ¡Resucitó!
Ahora y por siempre tú debes seguir
y con gran fe, ha sido el mensaje del Señor.
Aunque sea inclemente tu vivir,
siempre, contigo estarán, Él y el Hijo de Dios.
Hija del Sol
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