De negro viste la noche,
la noche viste de negro,
y una madre llora aferrada,
a las rejas del cementerio.
Su alma la tiene ausente,
su vida yace allí adentro,
reprocha a Dios por su suerte,
gritando rota al cielo.
Pidiendo a Dios que la lleve,
las horas pasa llorando
en la puerta del cementerio.
Sus ojos no tienen lágrimas,
los tiene ya casi secos.
Maldita sea mi suerte,
le grita llorando al cielo.
Mi niño yace allí adentro,
vivir sin él ya no quiero.
A Dios le pide la muerte,
la noche llora en silencio.
El cielo se ha puesto triste,
y extiende su velo negro.
Apenas se ve una estrella,
la noche viste de luto,
con pena está el firmamento;
de pronto le cubre una nube,
más negra que sus pensamientos.
Las horas pasan despacio,
llorando rompe el silencio,
maldita sea mi suerte,
gritando le dice al cielo.
¿Y a mi por qué no me llevas?
Si tienes a lo que más quiero.
La vida ya no me importa,
pues yo ya he muerto por dentro.
De negro viste la noche,
la noche viste de negro,
y una madre llora aferrada,
a las rejas del cementerio.
De pronto tiñe sus ropas,
de rojo tiñe su cuerpo.
Su vida se va apagando,
su hijo la espera allí adentro.