En una muralla blanca
como el cielo bajando
se detuvo un marco hermoso
de viejo oro pintado.
Un toro junto a un bocel
por un plinto separado
media caña y un rodón
formaban esa moldura.
Que de cerco le servía
a esa preciosa pintura.
era la plata bajando
como una cinta mojada.
Que entre árboles cantaba
junto a una casa blanca
un álamo solitario
era la sombra alargada.
De las alegría antiguas
de esa casa encantada.
El don de la pintora
fue decorar la piedra.
Donde con mucha gracia
se entrelazaba la hiedra.
Una mancha roja y gris
en la rama del espino,
lanzaba notas alegres
la loica con esos trinos
y a la orilla del sendero
entre las moras y el agua.
Una fugaz mariposa
con gran libertad volaba
y me imagino ese cuadro
todavía en el atril.
delante de la pintora
con una tela sonriente
para poder ser admirada
por este mundo de gentes.