Valparaíso eterno, joya del pacifico.
La furia de Vulcano se dejó caer
por tu encumbrado acento
áfono el cielo y ebrio del vino negro
que vendimian tus tutores,
con lenguas abrasadoras de vileza
vociferan,
derramando el crisol del espanto
con tajante iniquidad
sobre estos escalones seculares.
Y en ese girar sin norte
se habrían una a una las flores del infierno
para devorar cada morada,
cada animal y hombre que encontraban a su paso
¡ay… amasijo de cuerpos hollinados!
como dueles…
¡como dueles perla inmolada!
cuando el otoño cargaba sus navíos de rojos cereales
su cosecha temprana de hojarasca
y la mar se miraba en el cielo
alborozada de mieses.
Los aromos ya no volverán a bautizar
la cuidad desde lo alto con sus tinajas rebosantes en oro,
ni la mirra de los pinos aromará laderas y quebradas,
pareces un rompecabezas lanzado al aire
con sus piezas desordenadas,
pero que al armarse nuevamente
¡qué importa lo que volverá a formarse
si será una catedral con torreones y campanas
o un gran árbol lleno de pájaros..
Crisol infame
recoge tus huestes sanguinarias,
que aquí Valparaíso
¡a puro amor se ha forjado espada y yelmo!
amarran sus cimientos nuevas cadenas
eslabones jóvenes
y un viento sanador recompone
el espíritu humillado de su gente.
He visto desbordarse los caminos
de bondad incuestionable,
solidario a toda prueba es el pueblo de Chile
asombrando al mundo con sus gestos.
Miles de manos entrelazadas
lavando tus cabellos chamuscados
¡oh Valparaíso¡
éste es el verdadero patrimonio
¡la humanidad de tus habitantes!
Alejandrina.