No está en mi cuerpo,
no está en mi entraña
vacío estoy, en esta barca
se fue mi ser, se fue mi alma.
Espumas de mar
caracolas mansas
fondos marinos
trompetas de salsa
y bucles del viento
a todos, a todos os pido,
prestadme vuestras barcas.
Prestadme los cabos
para sostener las anclas
y trincar bien los juanetes,
cangrejas, trinquetes y gavias.
Quiero encontrar mi sombra,
mi alma, que se ha marchado;
siento temor de que no vuelva
a estos valles de su patria.
Si vos la veis, amigos míos
prestadle vuestras moradas
y habéis de llorar su idilio
con vuestros suaves versos.
En qué tristeza habrá caído
mi alma querida, vientos traedla,
ruego porque no venga herida;
angustias, traédmela salva.
Si vos encontráis la senda
o las tierras que ella pisa,
llamad a las brisas tristes
y a los destellos del alba.
Y vos, estrellas del cielo,
con vuestras pupilas sabias,
miradme por las arenas,
miradme si veis pisadas,
y si las viereis, decidme
qué fondo tienen sus marcas,
si en puntas de fuego azul,
si en bucles de blanca llama.
Si fueran así, llamadme,
para volar en el viento
y deciros que es mi alma.
Y si la viereis llorando
sentadita en una barca,
luces de la madreselva,
limpiádmele las lágrimas.
En este padecer cruento,
cara al cielo yo clamaba:
“Soy el triste de los tristes,
soy la noche más callada,
soy un astro moribundo,
soy una estrella sin llama”
por no poder hallarla.