Tenemos un abogado
ante un Dios tan soberano:
Jesucristo el Rey.
Fuimos antes liberados
y hoy tenemos un legado:
Proclamar su ley.
Él es la propiciación,
rescata del hoyo;
nos muestra salvación.
Con su sangre redimió,
justificado somos;
el pecado quitó.
Dios, eres luz.
Guíanos, Señor
hacia tu cruz.
Sólo tú, eres fiel.
Límpianos, Jesús,
quita nuestra hiel.
Dios, Altísimo,
derrama de tu unción.
Transforma nuestra mente.
Ven, restaura y llénanos
de tu bendito amor
¡Qué viva el Rey por siempre!
La tierra ha convocado,
y el Señor nos ha hablado.
Su amor ha florecido.
Desde la puesta del sol
hasta su escondite
Dios ha resplandecido.
Tarde y mañana,
y a mediodía oraré.
A él yo clamaré.
Y mi voz el oirá
y de su paz me dará.
Yo le bendeciré.