Preciosa niña, ¿a donde van tus ojos?
¿que horizonte los lleva prisioneros?
por qué, esa boca, no grita
con la fuerza, ¡de un te quiero!
Y que los tiempos regresen a verte
en remolino potente y sin fin
llevándose mis letras, cegando mis ojos
dejándome anonadado y sin palabras
detenido, sin camino
sin poder seguir el derrotero
de los petreles...
sin retornar a las costas
generosas de tus manos
hundiéndome en la mar
donde las preciosas sirenas
acunarán mi muerte
lejos del amanecer
y de tus ojos.