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Eran Ernestino y Estrella del Mar dos bellas criaturas
que empezaban a soltarse en la cabellera de la vida,
iban divisando senderos y todo era una aventura…
en la pupila de los sueños engrandecida.
Cada uno, con una familia muy singular,
los viernes por la tarde, una algarabía,
llegaba la pausa de una semana de trajinar
y los domingos, quizá a misa cuando amanecía.
En uno de esos caminos, sus ojos pudieron conocer
y entre miradas emocionadas empezaron a salir,
inocentes de saber, que un sendero juntos iban a recorrer
y en una línea de tiempo... posiblemente… una “pareja feliz”.
Vivieron sus días de amor, no les miento
y hasta planearon una boda muy ejemplar.
Con los invitados fueron muy atentos…
salmón… caviar y licor de alta exclusividad.
Así fue que emprendieron su vida en pareja;
con casa lista y amoblada para en ella vivir
sus grandes sueños de una existencia compleja…
y con finos cristales, como recuerdo de una noche feliz.
Al tiempo… la familia empezaba a crecer,
llegaba el unigénito para “dar” felicidad,
pues en la aguda y mutua soledad ya se podía ver
que el camino juntos ya no era su verdad.
Y en la equivocación y poco entendimiento
de que un hijo “no es para dar felicidad”
se dieron cuenta de ello, entre lamento y lamento…
cargando así, el peso de una gran verdad.
Ya no había cómo enmendar el gran error de vida,
creyendo que un hijo salvaría un matrimonio
y siendo él una bendición en sus días,
pasó a ser el único patrimonio.
Años de calamidad… porque la pareja se desunía,
se rompían los cielos que no construyeron
y los cristales de aquel recuerdo… ya no existían;
sucumbía un “amor” en el que no creyeron.
Y en tardes de verano, demasías fueron diciendo…
y una insólita verdad, brotó del alma que hervía…
verdad, que en cada uno les fue reconociendo…
lo que en su ser muy recóndito… convivía.
Ernestino y la bella Estrella del Mar,
en el jardín de la vida se llegaron a conocer...
Un episodio en ella y en su propia soberanía existencial,
entendió que para él, no era su amor, sino para una mujer.
Unas vidas reales, como la tuya y la mía,
amores que existen y a medio entrever
y verdades… para afrontar con valentía,
cuando ante ellas, innegablemente… libre, se ha de ser.
Hija del Sol
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