Tengo la imagen divina
de la mujer que besó el cielo
y en su aura de idolatría
se ven los colores que bañan
los pétalos de todas las rosas.
Retrato de mujer,
reflejo puro y virginal
del espejo en que se
mira cada mañana.
Nace en ella la gala de la noche,
la alegría de los días,
el pulso en los corazones,
la marea agitada y las olas mansas.
Nace casto ese aroma a perfume
como brote de gardenia
en las desoladas islas oceánicas.
Emana como vapor de agua
desde su cuello de mármol,
por cada poro en sus muñecas de cristal.
Tengo la imagen divina
de la mujer que besó el cielo
con la modestia del retraimiento.
La consegui entre los abedules
mientras la tarde nos vigilaba.
Tarde permisiva, tarde limitante.
Nos vió compartiendo aliento,
nos vió llegar a la plaza
con los dedos trenzados,
sonriendo durante horas.
Tengo la imagen divina
de la mujer que besó el cielo.
Tengo la imagen de la mujer divina
con la que beso el cielo