Nació del canto de abandono,
a la sombra del ala del horror,
en cuna de sauce, grama sin color.
De cita libida, encuentro sin decoro.
Dicen que el alma la deshojo a su llegada,
sin trompetas, ni anuncio de clarines, ni nanas.
La impiedad gélida, la dejo con ropa de nada.
Al abrir su llanto a la vida, no fue celebrada.
Su boca ignoro la tibia leche y los becerros.
La acuno la soledad, la acaricio un extraño.
De lirios, pétalos y rosas, no fue su paño,
hubo fiesta de velas mustias sin candeleros.
Oí que a su encuentro llego la ausencia,
sin obsequios ni risas. Sin muñecas de trapo.
La penumbra fue su anfitriona. Su ropita de harapo.
Nueve lunes lloraron su inocencia.
Al oscurecer, en silencio apagado,
la boca de la noche me hablo.
La muerte piadosa le dio su mano, la llevo
en camino al limite final, le sonrió como un hado.
¡ No la he vuelto a ver ¡
Cuentan que un ave benévola,
en vuelo airoso cruzo al cielo que la esperaba,
dormía escondida en un sueño,
del que no abriría al alba.
El sol lloro y frunció el ceño,
la estrella nova se detuvo. Alguien aguardaba.
No vino del amor sino del espanto.
¡ He aprendido a amarla tanto ¡