Huelo al aire
y siento el aroma a pueblo.
Siento su vigor y su pujanza,
la injusticia que destruye ilusiones.
Huelo la paz,
la equidad y la firmeza
pero también la sinrazón
que se asoma por la noche,
y se desata durante el día
liberando el infortunio.
Huelo el sudor de mi tierra
la sombría tarde
y la faena del labriego.
Huelo la sed, el hambre,
el efímero cantar
de las golondrinas
que se ocultan ante
la desidia y la apatía.
Amo a mi pueblo
en lo bueno y en lo malo.
Huelo su suelo a pesar
del dolor y la tristeza.
Huelo su suelo y al hacerlo
capto el coraje de su gente.
CARLOS A. BADARACCO
25/4/14
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