Sus manos fuertes macizas,
pero tiernas y ávidas para las caricias
hicieron estremecer mi piel y mi alma.
Sus manos de constructor
que quizás un día surcaron la tierra
hicieron florecer en mis entrañas
los más apasionados deseos
encendiendo una hoguera
para nunca consumirse.
Sus manos en mi piel,
recorriendo mis caminos
tatuando en mi alma
sus huellas digitales.
Sus manos sostenían mis manos,
sostenían mi equilibrio.
Hoy, las recuerdo con tanta añoranza,
eran sus manos, manos del amor,
¡Sus manos sabias!