La luna lloraba
detrás de unas nubes
porque no encontraba
a sus bellos querubes.
La nubes lloraron también
en la triste hora
porque a los querubes no ven
ni ven sus aureolas.
Los bellos querubes
estaban cantando
y no oyeron a las nubes
ni a la luna llorando.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
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Maracaibo, Venezuela