El señor de los silencios

IRREVERENTE


Irreverente en el tiempo,  en mi puño cerrado,

estalla tu voz en el lejano recuerdo.

Y tus ojos de miel y azúcar quemada,

me reprocha el amor que te negué.

 


Fue la falacia de doncella inmaculada,

la que clavo en mi corazón la cruz de la negación.

Pero vasto poco tiempo,

para que tu de dialogo de  mentiras en penumbras,

se dejase ver a la luz de la razón.

 


Pero a pesar de todo, tu engaño sigue en pie,

tentando a desprevenidos portaleros lisonjeros,

que en ti, reside el gran secreto del amor.

 


Llegará el momento, que tu fingida tinta roja Del querer,

Se muestre tan negra como es,

Y un nuevo ser padecerá,

Lo que yo padecí.

 

 

M.Tila