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El maestro y el Chiste.

—Queridos discípulos, hoy les traigo un chiste —dijo el maestro.

Los discípulos estaban, entonces, encantados y dispuestos a escuchar al maestro:

“Una señora le pregunta a un niño:

—Niño, cómo te llamas? A lo que éste le contesta:

—Uy, señora, lo siento, ya ni lo sé cómo me llamo.

Extrañada por la respuesta, decide averiguar:

—Por qué me dices eso? Cómo no vas a saber tu nombre?

—Verás, señora, en mi casa mi padre me dice Francisco, mi madre Paquito, mis hermanos me dicen Paco y mis tíos me dicen Kiko. Además, cuando estornudo, me dicen: Jesús! Así que yo mismo ya ni sé cómo me llamo.”

Luego del chiste, el maestro concluye:

—Aceptamos tan fácilmente que nos digan quiénes somos y que nos etiqueten según lo que les guste, que perdemos nuestra propia identidad. Tú mismo acaba cayendo en ese círculo y te etiquetas a ti mismo:

«Cuando empiezas a estudiar: yo soy un estudiante;

«Cuando te gradúas en la Universidad: yo soy un medico o un abogado;

«Cuando te vistes con bonitas ropas: yo soy bello;

«Cuando empiezas a ganar dinero: yo soy rico o yo soy famoso;

«Cuando una chica se interesa por ti: Oh! Lo siento, yo soy casado;

«Pero qué pasa cuando dejas de ser todas estas cosas? Estabas tan cierto de que eran reales, y si eran reales, si las pierdes, pierdes tu identidad?  No! Tu verdadera identidad no la pierdes nunca, aunque sí, has olvidado de que la tenías.

«Tú aceptas que te digan que eres una infinidad de cosas, y tú mismo te dices lo mismo, pero el final de todo eso no es otra cosa que sufrimiento. Si aceptas con amor que eres más que un montón de cosas, que eres un poder mayor y que nunca cambia, entonces el final de todo eso será paz.