Recuerdo que fue en enero,
con el verano corriendo caminos.
Recuerdo tu temerosa boca,
esperando el anhelo extraviado.
Mi corazón era una montaña.
La alondra de tu dulzura
volaba hacia mis manos.
Te encontré con tu lejano ayer de inquietudes,
eras un jazmín de sangre
en medio de la nieve.
Mi soledad te invadió
con todas sus guerras perdidas.
Fui hombre errante
hasta que me encerraste en tu alma.
Tu abrazo fue un río de silencio,
la vida trepó hasta los labios…
Comencé a quererte con la eternidad
en mi boca.
Te fui depositando mi días perdidos,
como hojas en su disminuido otoño.
Recuerdo que fue en enero
y la soledad parecía que estaba en su alcoba
acurrucada.
Era ola blanca tu silueta,
corría en ti el suspiro de la tarde.
Fue nuestro amor un laberinto
de palomas.
Sabia que te ibas,
sólo me despedía de tu vientre
-cereza extasiada-.
¿A dónde marcharías?
Interrogó la arena de mi alma…