Te mueves sobre las olas como paloma marina
el viento te lleva hacia el quieto horizonte
en busca de nuevas nubes, de gaviotas vaporosas
de cantos de sirenas, de algún dios sin su pedestal.
Tus velas son blancas como debe ser el refugio
donde deben morar los seres con alma.
Vas en vaivenes, las olas te acarician en arrullos de sal
en peces que no evades, en corrientes marinas.
Y me voy contigo para saber por primera vez
si la libertad existe, si tiene nombre o rostro
si los dioses ya no nos acosan, si no hay temores
que lastimen nuestras gargantas, nuestros sueños.
Llévame velero a la patria del sur, lejos,
llevemos una blanca bandera, naufraguemos en la tibieza
de los mares verdes, impolutos y azules.
Que no haya otra luz que la de las mañanas.
Que no haya otro ruido que no sea el rumor
de las olas golpeando en estribor, el latido
del tiempo y la visión de la neblina besando los aires
que no haya otro final que la llegada a ningún puerto.