Créeme, cuando te digo que estoy muriendo lentamente,
en esta ausencia, preñada de dolores.
Créeme,
que en esta zozobra interminable,
en la tarde, intensamente gris, se desvanecen los deseos.
Créeme también, que a pesar de los años,
a falta de paz en mis serenos días,
tus destellos se quiebran, insepultos,
como huesos rotos en el viento,
que descarga , con malvada piedad en mis oídos, su impotencia,
hasta agotar, el último suspiro, que me queda.