El Picoiquén y el Rehue
se abrazan en el centro de Angol
y en su diálogo claro-turbio,
cuentan la historia de la ciudad:
más de cuatro veces centenaria,
seis veces destruída,
siete veces construída.
El mapuche defendió su tierra,
a lanza, malón y grito
y el español volvió y volvió
en su empeño de sangre y siglos.
El colono,
con la esperanza y su trabajo,
vino a multiplicar las semillas
a esta tierra prometida.
Nahuelbuta te refugia a sus pies
y la araucaria milenaria,
te mira desde lo alto
y en su almanaque,
registra tu historia.
Lenta, callada, te arrinconas en el tiempo
y yo quiero despertarte con fábricas,
con trabajos, con usinas.
Y en mis sueños te veo oscurecer,
se ennegresen los árboles,
las calles y las flores
y en el rostro de los niños,
se vé el negro de los hollines.
Y entonces....te prefiero lenta,
te prefiero hermosa y bella,
como eres, Angol de Los Confines.