Raúl Daniel

Víctimas Del Amor

Víctimas Del Amor

                        (Historia verídica de N.N.)

 

Subida en el éxtasis de tu amor profundo,

cabalgando blancas nubes ilusorias,

con tu cuerpo virgen marcaste el comienzo

de (mujer ahora, y no niña) mi historia.

 

Teníamos dieciséis (los más dulces años),

nuestro amor fluía sólo para bien,

yo quería amarte, tú, enamorarme...

no existían daños, tan sólo placer.

 

Más de siete meses duró este romance,

al que le entregamos todo nuestro ser,

crecíamos en la ciencia que tiene la vida,

juntos nos hicimos: hombre y mujer.

 

II

 

No recuerdo el día, fue algo muy extraño,

atendí el teléfono, alguien marcó mal,

pero nos quedamos, un poco, hablando,

nos dimos los nombres, y volvió a llamar.

 

Pasaban los días, siempre lo atendía,

yo me fui prendiendo de su voz virtual,

su acento extranjero (tal vez brasileño),

y acepté con gusto darle mi amistad.

 

Era muy paciente, y así, poco a poco,

se fue transformando en mi confidente,

su voz seductora me acariciaba,

y yo me entregaba a él totalmente...

 

Me fue poseyendo, ¡yo ya lo esperaba!

(él a cualquier hora hacía su llamada),

me decía cosas como: -“Voy a amarte tanto,

verás, como nadie habrá quien lo haga...”

 

Yo quería verle, tocarle, olvidaba

que era tu novia y me obsesionaba...

y, a todas las citas que nunca cumplió

daba por teléfono sus razones válidas.

 

Por horas enteras me hablaba y le hablaba,

prendida al teléfono como una embrujada,

mi familia luchó por cambiar los hechos...

pero fue el romance que tú y yo teníamos,

por “falta de magia” (los dos convinimos),

lo que terminó...

Y los dos hicimos distintos caminos...

 

III

 

Yo viví otros sueños, pasiones feroces, libres o prohibidas

(nunca pude verle al misterioso extranjero,

 tal vez era casado... o algún religioso...

¡o el mismo diablo que celó lo nuestro!)

 

¡Qué pena los daños, el tremendo error...!

yo tuve un hijo... de otro,

y tú te casaste (también por lo mismo),

hoy, tarde, entendemos, que habíamos llegado

a nuestro destino (¡y lo destruimos...!)

 

Tú y yo ya nos dimos... nos pertenecemos,

y por más caminos opuestos que hagamos,

tras algunos años... siempre regresamos

a rehacer lo nuestro... a vivir lo mismo.

 

Tu esposa y tus hijos dejaste de lado,

yo luché tratando de no hacer más grande

aún nuestro pecado... pero es imposible

y aunque no queramos...

paulatinamente nos vamos acercando

¡a nuestro principio!,

del que nunca deberíamos habernos alejado.

 

Les hicimos daño a varias personas,

causamos dolor...

pero convengamos que ellos y nosotros,

patéticamente, hemos padecido

¡buscando al amor...!