Siempre eras alegre y enérgica, siempre sonriente y, aun así, eras enojona y fácil de irritar, a veces parecías exaltada, a veces parecías triste, parecía que querías llorar.
Fue entonces que pensé que eras como el cielo.
Brillante y soleado, pero a veces nublado y gris, a veces con lluvia, a veces frio, a veces caluroso. Impredecible.
Pero sin importar su estado siempre bello. Indispensable.
Me gusta el cielo y tú eres como el cielo.
Es por eso que, así como todo necesita del cielo, yo necesito de ti.