Cruzan naves de luz sobre tu sombrero tejido
Elejido entre el mas humano de
los entes antropoides sin alma y otredad.
Celoso el humo de la nube todavía vírgen:
castarado y calamitoso,
Herido y estragado el deseo de los
Seres antagónicos en la marisma olvidada.
Sin embargo brilla, y se desdobla y se repite
en juegos malavares a juicio de espejo...
Se inmuta, en su ingrima malevolencia
la retina envilecida que observaba
el futuro desde un sillón de cuero
tan viejo como el pasado y tan
hermoso como el presente.
Indiferente de la sociedad huye la bacteria
que estuvo alojada en el semillero errante
del hombre que retó a su Dios.
Y en sus huellas no habría mas castigo
que el de ser persiguido por su propio andar
entre sed y hambre con lágrimas de cobre
con piel de recuerdo agrio
y un lamento sobre su frente.
Y sobre su frente brillan las naves de luz.
Toda la luminosidad de la culpa con todo y pestañas.
Sobre tu corazón sin huesos
sobre el absurdo de tu vientre sin causa
en el centro circuspecto y concupiscente
del mas allá enterado del mas acá...
Brillan tus naves derribadas...
en tu sombrero unas hebras de luz.
Blas Roa