Por un momento quisiera,
desearía ser un hortelano,
del jardín de tus sueños
de tu bosque de plata
plantarte un sinfín de amapolas
lirios, nardos y azucenas
y destilar sus perfumes
entre tus bucles de avena
cabellos que son hechizos
y sedas de los amados,
y el tinte de tantas flores
escribirlo yo en tus labios,
dulcemente con mi boca
y el éxtasis del abrazo,
entonces vería el cielo,
con mis dedos en tus párpados,
uniéndome yo a tu pecho
para sentirme atrapado
por tu boca y labios de seda
bajo un beso prolongado
y dejar este recuerdo
en un rincón bien guardado
y que nadie lo supiese
sólo el silencio y tus manos
que puestas en mis mejillas,
y tus labios en mis labios
dejando caer el mundo,
en nuestro espacio y tiempo
y luego se marcharía,
el huerto y el hortelano
quedando una leyenda grabada
cuyo recuerdo es sagrado,
de una poeta y sibila
y de un trovero lejano,
que viviendo su sueño eterno
sobre un rincón solitario,
y en las sombras de la noche
donde el silencio descansa.