Pegada a tu costado.
Caminante
de una senda inexistente,
al borde del precipicio,
con el alma en vilo.
Pegada a tu costado.
Invisible.
Aunque me hables
y me mires.
Aunque sonrías
con ese aire distraído.
Aún cuando te vas
me quedo ahí adherida
sin poder despegar
los trozos de mi piel
que van contigo.
Deshilachada,
con el alma rasgada
pugnando por reconstruirse.
A tientas,
buscando otro camino
que me lleve lejos
de ti definitivamente.
Para que nada nos obligue.
Que nada nos una.
Que nada nos ate.
Que nada intente
unir en un punto
estas líneas paralelas
que son tu vida y mi vida.
¡Ay! ¡amigo mío!
Es caprichoso el olvido.
Tanto o más que los recuerdos.
El olvido
se niega a visitarme
y los recuerdos
se niegan a abandonarme.
Y así sigo caminando
y construyendo puentes.
Pero cuando cruzo
tu construyes muros.
Y sigo sintiendo que habitas en mi.
Y sigo sintiendo que eres mi casa.
Que estoy en el lugar justo
cuando estoy contigo.
Que el mundo es todo mío
cuando tú me abrazas.
Qué loco designio
o qué raro impulso
nos atrae y aleja...
¡todo al mismo tiempo!
¡Sólo Dios lo sabe!
Tal vez algún día...
¡Nosotros también lo sabremos!