Me arrancaste el pensamiento,
al sonar de un chasquido,
en cada deslizar de tus cabellos,
por cada silaba
que de tus voz nacía,
tomaste mi mundo
como el motín a un velero,
sin piedad,
sin tregua.
Quedé indefenso
a la inmensidad de tus secretos,
de las portadas,
del propio alejamiento frío,
y pienso,
que la juventud que emano
se priva,
se acaba,
en cada deslizar de tus cabellos,
por cada silaba que de tu voz se marcha,
se enfría.