Estos versos los dedico a Margarita,
ese nombre que me suena tan bonito
como el agua que salpica entre chinitas
para luego deslizarse despacito.
Cuando entiendo que existe algo que me irrita
o presiento que todo me suena a mito
yo repito margarita, margarita
y me pongo a disfrutar como un bendito.
Margarita no es nadie, sólo un fonema,
es de mi imaginación mero capricho
que utilizo para hacer este poema.
A su gusto colocar dejo la crema,
cuerpo y cara para ornar lo que aquí he dicho
y poner el colofón a este dilema.