Soñé un alerce nuestro,
cubrió con su sombra el mundo nuestro,
nos guareció de las tormentas,
dejó pasar solo los rayos y nuestros cuerpos,
convertíanse en Sol,
de cálidos veranos
y en Luna
de las noches de brillo.
Soñé un alerce abrigo,
como ave en su nido a sus pichones,
amamantó nuestro amor;
un fulgor, otro y otro de tu vientre
tierno, suave, cautivante,
multiplicó la vida
arrullándonos con el viento de la pasión.
Soñé un alerce robusto,
entre ambos retoños con nuestra voz,
y melódicas ramas sonoras, nuestra canción:
una niña de atolondradas sonrisas
y un grito de corajudo pecho, hecho varón.
Soñé un alerce que nos cubría del frío
que el viento nos daba vueltas en derredor,
y en el ocaso,
las cortezas que crecían rumbo al cielo:
seguíamos siendo luna y sol.