1- LOS NIÑOS DEL TOPACIO
Los niños parias del topacio
tienen los pies en llaga adormecida,
de acumular frío en la educada agonía
que dibuja la pizarra del acrático.
El hambre es la voz muda del crujido,
en la migración del trigo son uña de espiga,
enjutos escombros que abruman esta frustración dañina
donde cabe la solución sádica de brujos con cuchillo.
Carcomen la corteza del árbol rendido
y se nutren con savia infértil de madera.
Los agrupa el siniestro poder cretino
emparchando corazones en hilera adormecida.
En las miradas vacías del aire
oyen el paso anticipado de la ochava y
en pisos de piedra ateridos se adormecen.
Mezquindad de cuentagotas,
la sed es un rival de falso ámbar,
en el recinto de los avaros
precisan tanta agua para llenar las piscinas
del profano que solo turbias estancadas
impregnan su boca.
Hurgan avíos de huérfanos que no merecen
las pirotecnias que azotan meandros.
En este guerra ancestral de voces que claman
bajo el fuste demencial de tiranías y claustros
No les faltan misiles ni ojivas
cuando la burguesía aplasta el tablero,
los niños del topacio son sacrificables peones
que en las cuentas necias enrocan el juego del voto.
Ya no engordan los haberes mugrientos de veneno.
Enumeradnos títeres de manipulando y frágil destino,
en la rotación del planeta desfallecen
en cartones de cuna.
Se eclipsa la piel en esquina sucia
con hábito de ser hoja de nadie.
En el eco de aves con mundial trino
son la respuesta que requiere la pregunta/
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2 CIÑTOVADA EM ,OS ,AMPS
Uva florecida en mis manos,
rasgué mis venas de inmortal piedra
para anclarte en mis entrañas.
En las orillas de la noche
hasta tu perenne sombra sabe mi nombre.
.
Las aves diurnas relatan palabras
de miel que tu corazón no necesita.
Yo subí tus pies dentellando
con la tierra sus terrones.
Soy la mano de zapa que mueve
montañas, la palma
de pluma que circunda tus senos.
En mi duerme tu roncar sereno
que traspasa el vibrar lene
del lucero en resplandor/
En mi opaca sombra
deja alas de tu cintura
que el amor duerme en los pechos
del océano madre/
Pon tu oído al sonar de mi latido
que en mi sangre de cello
vitoree con afán tu nombre purpura/
Himno de mi exaltada locura.
Las cuerdas de las ramas
adelgazan sonidos de violines.
Arena perfumada de anises,
huelo el espeso aroma
que exhala tu sueño de bramido/
En la pausa de tu latido voy a sumergir
mis bemoles para que la noche ronde tu sueño
y el viento acopie crepúsculos radiantes
en tu mirada plana de horizonte y me mires…
Me mires con mirar lento,
con ese racimo florecido
cultivado en las manos de mi huerto/
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