En el techo danzan ovejas blancas,
avanzan rumbo al rebaño sin premura.
Sobre mí se yergue un manto oscuro
y un punto luminoso apenas perceptible.
Y el horizonte de este Oriente
plagado de luces multicolor.
Mi espalda reposa sobre un hilo de seda
más fuerte que ningún Sansón.
Esta inmensidad me abraza
y me besa el cuerpo un viento suave.
Extender los brazos y abrirme de par en par.
Heme aquí dicha, felicidad, paz.
La serenata sin pausa de un grillo.
Cántame, ¡canta a mi oído!
H. S. S. =)