LOS ROBLES
Y, en los caminos, la historia en las chamizas;
besale, ¡ay, la soledad! al crepúsculo del alma…
¡Oh!, los bosques, sombríos, ¡quietos en la nada!
Los que amaron, sus besos disecados;
el tiempo, infernal condena, ¡cuánta pena!;
y dos almas que el prejuicio,
tiende el indolente,
no saber de los suplicios…
Frágiles robles de la tierra
no teman a la utopía de la gente;
al morir su luz tu fe el resplandor solemne,
¡Divino encanto!
Más, ¡oh, nostalgia mía!
dos robles frágiles,
de piel rugosa
ante lo fatal.
Los decadentes de los tiempos ellos,
en el crepitar de las tormentas
diáfanos cuerpos silentes,
de fisionomías egregias,
de raíces convulsas,
de hojas caídas…
Musa de dolor
y de borrasca.
¡Ay, soledad!
dos robles viejos,
después de abatidos
vegetando con ímpetu fértil
con su frondosa sombra extendida
en la reminiscencia de sus retoños tiernos…
Santos Castro Checa
1988