Querido primo:
¡cómo me duele tu partida!
no pude acompañarte
al campo santo,
pero quiero que sepas
que estoy contigo,
no encuentro
las palabras adecuadas
para darle consuelo
a tu familia…
por eso es que yo
te escribo en este día,
de alguna manera
para reclamarte,
por qué no anunciaste tu viaje.
Fue tan sorpresiva
y funesta tu agonía,
que nos dejaste
una gran melancolía.
Te fuiste y aquí
los corazones, se desangran,
por el anhelo
de verte día a día.
Ya debes de estar en tu morada,
fue muy corto el camino
para llegar al cielo,
ya tenías trazado tu sendero,
porque lo construiste
con tu vida entera,
de hombre bueno,
trabajador y tierno.
No te preocupes
por los que aquí quedamos,
el Dios supremo,
te recibirá en sus brazos
y permitirá
que por nosotros, veles.
Porque eres su hijo predilecto
y con tu propia luz brillaste.
Fuiste un ser excepcional
que a todos dabas ejemplo
y ahora que estás
en los albores de lo eterno,
tu familia y amigos
no te olvidaremos,
te llevaremos por siempre
en nuestros corazones,
hasta que llegue el momento
de nuestro encuentro.
Mientras tanto
pediremos al altísimo,
un alivio para este dolor profundo
y que pronto llegue
la serenidad para nuestras almas.
Felina