El Triunfo del Amor
(El presente es parte del libro “Amores Míos y Amores de Otros” Editado en el año 2002)
Quiero decir qué:
No existe el amor si no existe el perdón, el rencor ocupa un lugar tan grande en el corazón que no deja lugar al amor, y, el verdadero amor todo lo perdona.
El amor es una decisión que tomamos, que se transforma en sentimiento a medida que perseveramos en esto, y el triunfo del amor se da cuando ponemos firmeza en edificar ese sentimiento; dispuestos a perdonar y tenaces en esta obra no hay lugar para el fracaso.
Hoy tengo aprendido que en el amor, si se juega, se pierde, también que si se valora lo que se tiene, se tiene lo que se quiere.
He aprendido muy bien la lección del desamor, y en el presente atesoro los amores cuidadosa y delicadamente, no me importa tanto las demás posibilidades de la vida (placeres, fama, fortuna, poder...)
Por sobre todas las cosas quiero amar... y ser amado.
Y amar es fácil... sólo hay que querer hacerlo.
Este es un poema sin título que, en una carta me enviara a mi domicilio en Paraguay, desde Argentina, mi hijo Yari:
Pensando en los hechos,
pensando en todo...
la gente, la vida,
la nada, la nada...
queriendo zafar
de todo lo malo,
en lo bueno
un camino de espinas
rodeado de rosas,
en un mundo de nieblas
y oscuras confusiones
rodeándome, rodeándonos,
haciéndonos sólo uno,
solos...
Queriendo ser alguien,
siendo nada,
queriendo estar con alguien
a lo lejos.
Sintiendo la distancia,
sabiendo que en algún momento
te encontraste tan cerca,
sabiendo que en ningún momento
estaremos cerca.
Y esto es lo bueno de no tenerte,
saber que no puedo perderte...
Lo malo es no sentirte,
y quererte,
simplemente quererte.
En respuesta, pocos días después le envié el siguiente:
- Yari, Hijo Mío: -
A veces la bruma,
la bruma del tiempo,
desdibuja sueños,
metas, esperanzas...
A veces la bruma
de las añoranzas
rememoran, vivas,
las viejas lembranzas[1]...
las viejas lembranzas.
Cuando los paisajes
o cuando las ansias
remotas, perdidas
en cruentas batallas,
traen la ilusión
en alguna carta...
llega la conciencia,
dura, a nuestro puerto: de
¡que no hay nada muerto...!
(cual barco fantasma...
¡cuál barco fantasma!)
Los pañuelos blancos
que agita algún viento,
no son evidencias
del adiós eterno,
algunos recuerdos
son más realidades
que un presente incierto,
¡la misma existencia denuncia
el perenne hecho!
(tú fuiste el destino
de mis acontecimientos...
¡de muchos de ellos!)
Mi puerto, tu nave...
mi nave, tu puerto:
navegar quisieran...
o estar siempre abiertos.
¡O estar siempre abiertos...!
Luego escribí otro... que no recuerdo habérselo enviado (la correspondencia se interrumpió hace mucho... no por mí).
[1] Recuerdos (portugués)