Donaciano Bueno

El retorno del emigrante

Dejé por fin los montes y mi querida aldea
en una noche triste de sementera gris,
con sólo una mochila y el corazón en ristre
vagué por las esquinas solito en la pelea
para salir airoso sin una cicatriz.

 

Volando silencioso por entre grandes mares,
mi parche de pirata, mi espada y mi sombrero,
sin mor al desconsuelo ni tiempo de estar triste
mandando en mi bajel y del mismo prisionero,
burlando huí furioso de pinos y encinares.

 

Bajo mil avatares con mi amiga la luna,
sin herida ninguna bregando de esa liz,
mil sortilegios sufrí, mil batallas enristre,
pasé de incomprendido para ser adaliz
de las causas perdidas luchando entre las dunas.

 

Y aunque un día yo me fui dejando la tarea,
jamás conseguí olvidar lo mucho que dejé
-si alquien piensa que miento, a mi que me registre-
pues aunque agua desparramé, y tanto lo intenté
los sueños que allí dejé vuelven con la marea.